Fuente: INFLUENCIA POLÍTICA DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA PROVINCIA DE
OBANDO DURANTE LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS. 1899 – 1902
Por: ORLANDO JAVIER GONZÁLEZ NARVÁEZ
UNIVERSIDAD DE NARIÑO
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
PROGRAMA DE SOCIOLOGÍA
SAN JUAN DE PASTO
2013
A Retomar las Armas: Desenlace de la Guerra.
Meses posteriores a la tregua, los batallones liberales ubicados en Otávalo seguían en movimiento. A Quito habían arribado los generales liberales Benjamín Herrera, Lucas Caballero, Avelino Rosas, Sergio Pérez, Vargas Santos, Díaz Morkum y otros oficiales destacados en importantes cargos durante el desarrollo de la guerra, el general Herrera nombra a Avelino Rosas como comandante en jefe de las Fuerzas del sur, quien ya se había empapado de todos los movimientos de la conflagración en el Cauca; ya en cargo el General Rosas implantó el ataque de guerrillas como nueva estrategia de ataque para combatir a las fuerzas gobiernistas; su fin era “buscar el medio propicio, ora fuese por medio de un combate campal, ora burlando la vigilancia del enemigo a fin de movilizar, el ejército de la frontera hacia el norte y ponerse en contacto con las guerrillas que obraban en el Cauca y el Valle del Cauca” 62 con estas ideas, Rosas sale de Quito hacia Tulcán, al igual que las fuerzas concentradas en Otávalo al mando de los generales Bustamante y Thomas, partiendo hacia la frontera colombiana; el 31 de julio de 1901 llega el general Rosas a Yaramal, corregimiento de Ipiales, posteriormente bautizado como Bolívar, cinco días después partió para Chiles y enseguida a Cumbal, después de hacer una revisión de armamento y reconocimiento del territorio regresó a Bolívar a reorganizar su ejército revolucionario. Muchos de los combatientes liberales retirados retomaron filas en los ejércitos, sin embargo existía una desventaja numérica en relación a los soldados conservadores, sumándole a eso la carencia de armamento, así lo deja ver Leónidas Coral, quien para ese entonces fue nombrado Teniente Coronel y distinguido con el nombre de JEFE CIVIL Y MILITAR,
El efectivo de nuestras fuerzas en aquel entonces apenas contaba con
un millar de hombres (…) cuando el ejército conservador disponía de
ocho batallones organizados en el sur, constantes de 350 plazas cada
uno; del batallón de Guardia de Honor, de 200; de los batallones N° 12
y 16 de 300 veteranos, cada uno perteneciente a la división de Calivio
(…); de las policías de cinco municipios de la provincia de Obando,
compuesta de 60 gendarmes, cada una, lo que daba un total de 3900
unidades (…); la desproporción de fuerzas entre las del enemigo y las nuestras, que equivalían de una a cuatro 63
Estas desventajas numéricas de soldados otorgan gran ventaja a los ejércitos del gobierno que a diferencia de sus rivales poseen un entrenamiento militar, brindándoles más seguridad y organización a la hora luchar; la situación para los revolucionarios empeora cuando pierden el apoyo de Eloy Alfaro, que entregaba el poder el 31 de agosto al general Leónidas Plaza Gutiérrez, no muy amigo de los ideales liberales y de la revolución. Sin medir consecuencias, el general Avelino Rosas continúa con el plan y arranca del corregimiento de Bolívar con su ejército, trazando su camino a seguir por Potosí, Córdoba y Puerres, para intentar por esa línea recorrer Funes, Pasto, Popayán. El 27 de agosto de 1901, Rosas ordena a los comandantes Juan B. Álvarez y Joaquín Mejía avanzar por Córdoba hacia
Puerres, llegando a esta población el 29 de agosto sin dificultad alguna pues las fuerzas del gobierno no la habían aguardado, pero apenas se enteraron de la toma del pueblo, se movilizaron batallones desde Contadero y San Juan para volver a recuperar Puerres, obligando a los liberales a retirarse. Mientras tanto en el punto “Chiguacos” cerca de la población de Córdoba ocupado por los conservadores, se presentan combates obligando a los godos a retirarse a Puerres donde estaba concentrada la mayoría de los ejércitos del gobierno. Desde el 1 hasta el 18 de septiembre no hubo combates, pero el 19 hubo
enfrentamientos en Córdoba, alzándose con la victoria los liberales, replegando las fuerzas conservadoras hacia Puerres, mientras tanto, acamparon en Córdoba tranquilamente ya que contaban con el apoyo de los habitantes de este pueblo partidarios de la ideología liberal.
Último Encuentro: Batalla de Puerres y Tescual
Siguiendo lo planificado Avelino Rosas “a las cuatro de la mañana del día 20 de septiembre de 1901(…), rompió simultáneamente sus fuegos o sea a lo largo del rio Tescual y (…), por las faldas de la cordillera ”64; en Puerres se habían reunido gran numero de los ejércitos conservadores anticipándose a los movimientos del general Rosas; ad portas al combate, el mayor Manuel de Jesús González ante la 48 multitud reunida en la plaza de Puerres proclamó: “¡viva Dios, viva la religión, Viva la iglesia, abajo los masones! -palabras que luego las reforzó con un discurso de una circular de agosto de 1901 del obispo Ezequiel Moreno:
Salga al frente la gente entusiasta que grita con toda su alma: ¡viva la
religión! y que se lanza al combate limpia su conciencia, reforzada con
los sacramentos, y llena de ardor por la defensa de su fe y de su patria;
esto agrada y aplaca a Dios. ¡Animo defensores armados de la fe!
¡Pelead de esa manera las batallas del Dios de los ejércitos! (…) Seguid
buenos católicos, seguid gritando cada vez más fuerte: ¡a pelear por nuestra religión! ¡Dios lo quiere!” 65
Con este contundente discurso el general alienta a sus tropas para la batalla, pero sus palabras retumban aun más cuando a manera de vaticinio enuncia: “¡Defensores de la Patria, estad seguros de que el Dios de las victorias, mañana por la mañana, en vuestras manos pondrá la cabeza de la hidra revolucionaria y terminaran vuestras fatigas!”66; todos los receptores de aquella alocución, regocijados en su fe de victoria, se disponen a partir apresuradamente a los lugares designados por su general a librar la batalla final. Los combatientes conservadores era superiores numéricamente “ascendían más o menos a 1600 hombres y 1000 más que tenían concentrados en Puerres (…), sin contar más o
menos 200 en el puente de San Juan, 800 de reserva en Ipiales, 300 de policías, total 3900 (…) -en cambio las tropas liberales- sumaban sino 814 hombres y si se elimina de éstos los inhábiles para la pelea, como los hay en todo ejercito, puede asegurarse que el efectivo no era sino de 700 combatientes”67. A pesar de estos inconvenientes las guerrillas liberales, continuaron con su lucha,
A las cuatro y media de la mañana del día 20, la banda nacional de
Calibio, saluda con dianas bélicas la aurora que se avecina. Pocos
minutos después (…) los dos ejércitos rugen cual dos hambrientas
panteras ávidas por devorarse. De las cinco en adelante, los dos
mortales enemigos se miran de hito en hito; se embisten como dos
furias; se retiran para concentrar más fuerza, tornan luego a embestirse.
Ya arremeten por un lado, ya retroceden por otro; cada quien toma
posiciones; acá simulan dejarlas y en todas esas maniobras ¡que festín
para la muerte!”68
Así se refiere a los hechos el conservador Juan Revelo, en su crónica sobre esta guerra; de igual manera Leónidas Coral relata:
A las nueve de la mañana, nuestras fuerzas, por el frente y flanco
derecho habían desalojado al enemigo de todos los puentes y vados de
Tescual, así como de su primera línea de atrinchamientos (…). Allí fue
donde el general Rosas creyó asumir el papel heroico de un sargento,
para arrastrar la misma suerte de los soldados, oficiales y jefes que
yacían muertos o heridos en el campo de combate y abandonando su
cabalgadura, con fusil en mano, emprendió el ataque, coronando una
pequeña altura situada entre Puerres y el puente de Yascual (…), pocos
pasos más (…) una bala enemiga le atravesó el fémur, encima de la
rodilla izquierda, en condiciones de imposibilitarlo para todo movimiento
(…). De esta manera, al estar casi agónica, las huestes conservadoras
abordaron a ella y sin saber quién era lo condujeron a la población a
espaldas de un indígena conocido por el apodo de Juan Jarro. En
Puerres, fue alojado en la casa que ocupaban los latos jefes de esa
guarnición, en una pieza baja fronteriza a la plaza. No le prestaron
auxilio médico, pero si se empeñaron en darle auxilios religiosos, tarea
encomendada al sacerdote señor José Manuel Bravo, quien le
proporcionó abrigo, una almohada y unos cuantos vasos de agua que el
herido solicitaba con encarecimiento (…), jefes, oficiales y soldados y
gente curiosa, se agolpaban por turnos a importunar al caudillo, hasta
que uno de los oficiales del Calibio reconoció y divulgo el nombre del
jefe. Así permaneció tendido en una cama desprovista, hasta las cinco y
media de la tarde, hora en el que se introdujo en el grupo de los
espectadores, un soldado del Calibio, cubierto por una ruana muy
grande, llevando entre las manos un fusil en balanza, y desde la puerta
de la pequeña pieza en que estaba alojado, disparó, casi a quemarropa,
el arma homicida. Como la posición del general Rosas era en sentido
horizontal, la bala penetro por el abdomen, atravesó el tórax y salió por
el hombro derecho. No sobrevivió sino un cuarto de hora, y apenas
exhalo el último aliento, lo exhibieron en la puerta del recinto a la
curiosidad pública, lo mismo que hicieron en Ipiales a donde condujeron
al cadáver al día siguiente (…), atado de pies y manos y suspendido de
un palo, expusieron el cadáver del general Rosas en la plaza pública
sobre un montón de tierra de un edificio en construcción 69
Quizá en la mente del soldado que asesinó a Rosas y de los conservadores en general, se enaltecieron al terminar con la vida de uno de los grandes contrincantes del catolicismo y del obispo Moreno Díaz quien ya sabía de las hazañas bélicas del liberal en su paso por los Llanos Orientales; seguramente el soldado gobiernista y copartidarios creyeron segura su entrada directa al cielo, porque incapaz de dudar de los principios de la iglesia y las promesas de salvación del alma promulgadas por el obispo Ezequiel Moreno en las encíclicas a quienes exterminaran a los detractores del orden, la religión, no lo pensaría dos veces para terminar con el enemigo de la paz y alcanzar el cielo como recompensa a la tarea encomendada por Dios.
Con la muerte de Rosas las esperanzas revolucionarias se vieron truncadas, las fuerzas del gobierno se apoderaron de la zona de Puerres y sus alrededores obligando a los pocos liberales a huir entre las montañas hasta llegar a Ecuador,
Mientras una parte del ejercito conservador avanzaba sin obstáculo
alguno en el terreno accesible al tráfico, otra parte, especialmente la
constituida por los polizontes de los municipios, que conocían de sobra
la maraña de la selva, se lanzaron como sabueso de caza, sin dejar
tregua ni descanso en la aprehensión de los fugitivos, la mayor parte de
los cuales fueron victimados en parajes casi inaccesibles. Para escapar
algunos tuvimos que organizar y escalonar defensa con grupos
parciales de tres o cuatro a fin de detener momentáneamente la
persecución de los chacales, y en momento oportuno emprender de
nuevo la huida a través de la selva 70
De esta forma se cierra otro capítulo de la guerra y el triunfo absoluto fue para los conservadores. Juan E. Revelo, conservador acérrimo, teniente y capitán, en su narración sobre el final de la guerra comenta:
Bastaron pocos instantes para quedar esas breñas, de muertos como
empedradas. Así fue la acometida del ejército triunfante y así fue la
resistencia de los revolucionarios que una loca obstinación les hizo
pagar bien caro. Desde el punto donde el turbulento Tescual rinde sus
aguas en el majestuosos Guaitara hasta los parajes altos, no se oían
otras notas que las de ¡victoria! ¡Viva la paz! ¡Viva aquel que el mundo
rige! A las cinco de la tarde, cuando ha terminado ya el conflicto,
después de abjurar públicamente de las doctrinas del liberalismo,
muere el general Avelino Rosas, en una tenducha de la casa de María
Sánchez a consecuencia del balazo que recibió en la pierna izquierda, y
un golpe de sable propinado alevosamente por el sargento de una de
las compañías del Calivio, Félix Chamizo, natural de Julumito. Con la
muerte de Rosas quedo aniquilada la invasión revolucionaria, y por
consiguiente, echada las bases de la paz en el sur de Colombia. Un
himno de gratitud se eleva hasta el infinito del pecho de los valientes
que a la patria han defendido 71
Con el triunfo de los conservadores terminó la guerra en la provincia de Obando, derrotando el liberalismo, pero más que una conquista para las fuerzas del gobierno, fue una oportunidad para que la iglesia católica, se librara de la persecución liberal y para retomar nuevamente su poder y dominio. Tras el triunfo conseguido en Puerres el ejército conservador se dedicó a celebrar con misas, ofrendas a la Virgen, banquetes, bailes y también labores de gratitud con Moreno Díaz por haberles infundado valor para la guerra y recursos económicos sin los cuales no hubiese sido posible el triunfo.
61 Ibíd. p. 209
62 Ibíd. p. 219
63 Ibíd. p. 223
64 Ibíd. p. 246
65 MINGUELLA Y ARNEDO, Toribio. Biografía del Ilmo. Sr D. FR. Ezequiel Moreno Díaz. Agustino
Recoleto y Obispo de Pasto, Colombia. Luis Gili Editor. Barcelona. 1909. p. 227
66 CORTES MORENO, José Vicente. Op. Cit., p. 13
67 CORAL, Leónidas. Op. Cit., p. 248
68 Revelo, Juan E. Op. Cit., p. 44
69 CORAL, Leónidas. Op. Cit., p. 260
70 Ibíd. p. 250
71 Revelo, Juan E. Op. Cit., p. 50