Cuenta la leyenda que en tiempos remotos existía una diversidad de ángeles, entre los cuales se encontraba Luz Bella, quien se rebeló contra Dios a pesar de haber sido creado por Él como adorno celestial. Cuando Dios creó este mundo y todas sus criaturas, el Arcángel San Miguel se presentó y se enfrentó a Luz Bella, declarándole la guerra en nombre del Señor. En esta batalla, no solo participó Luz Bella en su rebelión, sino varios otros ángeles. A pesar de la intensa lucha, la mayoría de los ángeles se unieron al bando celestial, mientras que algunos quedaron para conformar el grupo de ángeles malévolos.
Con el paso del tiempo, descendió del cielo el Arcángel San Miguel, representando a Dios, para comunicar una nueva decisión divina. Dios determinó la creación de dos lugares destinados a poner fin a los enfrentamientos: el cielo, donde residirían los ángeles buenos, y el infierno, destinado a aquellos que habían mostrado su rebeldía. Desde ese momento, el infierno quedó ubicado bajo toda la existencia, mientras que el cielo se erigió como el paraíso en lo más alto.
Con la instauración del infierno en este mundo, comenzaron a surgir espíritus que causaban daño a la humanidad, conocidos como «duendes». Estos seres malignos se ubicaban en lugares sólidos para atacar a las personas desde allí.
Contado por: María Cristina Merino Arteaga.