Corregimiento de Monopamba

Aspectos generales

 

El corregimiento de Monopamba está ubicado al sur oriente del municipio de Puerres sobre el cañón de la amazonia colombiana considerada el pulmón del mundo a una distancia de 40 Km de la cabecera municipal y una temperatura de 20 grados centígrados; integrado por cinco veredas (Desmontes Altos, Desmontes Bajos, La Playa, El Pailón y El Verde). 

 

Análisis socioeconómico

 

El desarrollo social está íntimamente ligado con su desenvolvimiento económico, razón por la cual es fundamental conocer los canales que alimentan la economía de la región y las principales fuentes de ingreso.

 

La actividad económica en esta región tiene sus diferencias a las del municipio por encontrarse ubicado en la zona donde se encuentran las estaciones de bombeo de la empresa de ECOPETROL, empresa que genera empleo temporal por contrato para los habitantes de esta región. El sueldo que devengan es superior diez veces al de otras comunidades del municipio razón por la cual prefieren esperar uno o dos meses para ingresar nuevamente a dichos contratos.

 

Los habitantes que no tienen la oportunidad de trabajar en ECOPETROL se dedican a la explotación agrícola de cuya producción el 60% lo utilizan para el sustento familiar y el 40% lo comercializan en las diferentes ciudades del departamento. Entre los productos que se explotación están el maíz y el fríjol sin dejar el combo.

 

Por otra parte, hace parte de la economía la ganadería es especies menores y mayores, dentro de las especies menores es importante resaltar la explotación avícola en mayor escala siendo la base de la economía de las amas de casa. En especies mayores lo hacen mediante el sistema de multipropósito, de la producción de leche el 60% la venden a las cooperativas que existen en el municipio y el 40% la utilizan como base de la alimentación, También se dedican al tallado de madera en pequeña escala como complemento de su trabajo.

 

Hidrografía y climatología

 

Posee un clima húmedo, con un promedio de 20º C surcado por un anillo de elevaciones montañosas que hacen parte del complejo llamado nudo de los pastos. Es una cuenca hidrográfica donde corren los ríos: Sucio, Playas, Guamuez, y Afiladores.

 

Primeros pobladores y fundación

 

Los primeros colonos datan desde el año de 1912 estimulados por los comentarios de los caucheros que afirmaban que estas regiones producían un látex de superior calidad al clima menos ardiente que el del amazonas, y año tras año se fue incrementando hasta que en el año de 1935 fue fundado el caserío por el Señor Jose María Pinchao, quien dono la planada de forma triangular, cuya base es el río sucio donde actualmente se encuentra ubicado, intervino también una comisión integrada por Fray Miguel De Ipiales, comisionado del vicariato de putumayo, Gonzalo Benavides presidente del concejo municipal de Puerres; Rafael Bravo corregidor, Cleria Cabrera profesora, y como testigos: Luis Buesaquillo y Agustín Gelpud.

 

Monopamba fue elevado a la categoría de corregimiento según el decreto 306 del 20 de abril de 1938; perteneciendo en este entonces a la comisaría del Putumayo. Se traslado de la cabecera del corregimiento de afiladores cuya capital era Llorente hasta el punto Monopamba (según archivo del corregimiento)

 

Vías de transporte 

 

La comunidad con la cabecera municipal por lo difícil de su carretera se realiza en vehículos de doble transmisión; entre las veredas que la integran se comunican por trochas en buen estado que fueron destruidas por los mismos moradores las cuales facilitan el acceso a la capital del corregimiento.

 

Orquídeas de Monopamba

Reseña Histórica del Corregimiento de Monopamba

Monopamba se encuentra ubicado al margen izquierda del río Sucio, este es alimentado por las aguas que se originan en la cordillera oriental de los Andes. En este lugar se erige el cerro «El Precipicio», que fue testigo del paso de los primeros colonos desafiando la dureza de sus caminos. Estos pioneros enfrentaron condiciones adversas, como el intenso frío que resultó en la pérdida de muchas vidas, especialmente a lo largo de las orillas del camino y en las vastas charcas de lodo de las cuales les era difícil escapar.

El nombre Río Sucio fue puesto por el color café de sus aguas, que en la parte alta de la serranía bañan grandes zonas de zarza, por este motivo sus aguas oscuras.

Monopamba, nombre puesto por los llamados caucheros que quiere decir “Pampada de los monos”. Tiene un clima medio, por la fertilidad de sus tierras produce caña de azúcar, maíz, patatas, arracachas, calabaza. Produce un tubérculo típico llamado combo, comida apreciada y preferida entre los moradores. Produce además grandes cantidades de frijol de monte, pastos, kikuyo, gramalote, micay y puntero.

Anteriormente desde el cerro el precipicio en la cordillera de los Andes pertenecía a la comisaria especial del Putumayo.

Años más tarde fue desvinculada del Putumayo y agregado al departamento de Nariño y luego repartida a cada municipio. Fue así como la región de Monopamba con sus distintas veredas le fue asignada al municipio de Puerres.

Luego el Departamento nombró una comisión de ingenieros y cadeneros quienes fueron a marcar los límites del municipio de Puerres con el departamento del Putumayo; de la vereda El Verde varios días de camino hacia abajo.

Todas las actas y documentos relacionados con este trabajo están archivados en el departamento de Nariño. Además, en la resolución se especificó que desde la Quebrada Blanca hacia arriba, abarcando Llorente y toda la zona ubicada en la margen izquierda del Río Sucio, incluyendo el Río Afiladores (un afluente del Río Sucio), ha sido asignado al municipio de Córdoba. Es importante destacar que el Río Sucio, que más adelante cambia su denominación a Río Guamuez, es un afluente del Río Putumayo.

El primero de las personas que se aventuró a tomar posesión y colonizar la región fue José María Pinchao, natural del municipio de Puerres y residente en el corregimiento de San Mateo. En compañía de otras seis personas, acordaron de forma verbal colonizar la región, siendo todos dueños de esta tierra, es decir, de todo Monopamba. Se establecieron cerca del río al que él denominaba «El Salado». Allí, construyeron colectivamente el primer campamento, llevaron a cabo la primera tarea de despeje de montaña y sembraron algunas semillas que habían conseguido.

Todos estos individuos provenían de San Mateo de Puerres. Sin embargo, estas seis personas no lograron permanecer en la región durante ni siquiera dos meses y optaron por regresar a Puerres. De esta manera, dejaron solo y abandonado a don José María Pinchao, un hombre extraordinariamente valiente y decidido, quien vivió completamente solo. Como él mismo afirmaba, su única compañía era Dios, a quien rezaba y pedía a diario por su bienestar. Todo lo que veía a su alrededor eran imponentes montañas.

Don José María Pinchao, de constitución delgada y estatura de 1.70 metros, poseía una característica notable: le faltaba una mano, la cual le habían amputado hasta el codo. A pesar de estas condiciones, decidió no desertar ante las adversidades de la naturaleza, enfrentando todas las dificultades de la vida en solitario, incluyendo la escasez de sal, panela, manteca, entre otros.

Don José María compartía la historia triste y dolorosa que experimentó a lo largo de muchos años, como se mencionó anteriormente, estableciéndose en la base de la llanura de Monopamba junto al río que él llamaba «El Salado». Durante un extenso período, enfrentó la carencia de sal, dulces y carne. Ante esta situación, tuvo la idea de cocinar con el agua del río Salado que también utilizaban los animales. Inventó un horno de piedras y cocinó el agua del río hasta que se redujo y quedó ligeramente ácida. Con este agua, preparaba sus alimentos y así vivió durante muchos años.

Los únicos visitantes que recibía eran los animales salvajes, tales como dantas, tigres, osos, y muchos otros que, sin duda, buscaban devorarlo. Sin embargo, él los ahuyentaba de su refugio lanzándoles tizones encendidos.

El señor José María Pinchao tomó posesión de estas tierras el 12 de octubre de 1912. Con el paso del tiempo, se percató de la presencia de otro colono al otro lado del río Sucio. La comunicación resultaba complicada debido a las constantes crecidas de los ríos durante las extensas temporadas de invierno de esa época.

Finalmente, descubrió que el nuevo colono y vecino respondía al nombre de Manuel Benavides, acompañado de su esposa Sixta Coral y varios hijos. La noticia llenó al señor Pinchao de gran alegría, ya que consideraba a este nuevo colono como un compañero adicional en la región.

Con el paso de los años, don Manuel, el vecino, le vendió un cerdito a don José María. Este lo crio y alimentó hasta que en 1920, el cerdo estaba considerablemente gordo. Fue entonces cuando decidió ir a San Mateo para traer a su familia y disfrutar juntos del cerdo. Convencer a su esposa para mudarse a Monopamba fue una tarea ardua que realizó con lágrimas en los ojos. No obstante, al llegar con su familia a Monopamba, experimentó una sensación de felicidad tan intensa como si estuviera en el cielo.

La esposa de don José María Pinchao se llamaba Bernarda Gelpud de Pinchao. Sus hijos eran: Eliseo Pinchao, Rosario Pinchao, Pedro Pinchao, Celso Pinchao, Hermelinda Pinchao, Sara Pinchao y José Ismael Pinchao.

En el año 1930, llego a Monopamba la familia del señor Manuel Ortiz Castro y la señora Bertila Figueroa de Ortiz con catorce hijos: Diomedes Alonso Ortiz Figueroa, Gustavo Ortiz Figueroa, Jesús Ortiz Figueroa, Lucas Emilio Ortiz Figueroa y Artemio Ortiz Figueroa, Luz Angélica Ortiz Figueroa, Aura Otilia Ortiz Figueroa, Oliva Martina Ortiz Figueroa y Alegría Ortiz Figueroa.

Durante este período, la familia Pinchao ya estaba establecida en el terreno plano de Monopamba, donde habían cultivado caña de azúcar, maíz, guineos, patatas, frijoles, entre otros. En ese contexto, Don Manuel Ortiz Castro adquirió a José Ismael Pinchao una parcela cultivada con caña de azúcar, la cual incluía un rancho de paja. Posteriormente, construyó, junto con sus hijos, una casona bastante amplia con pisos y paredes de tabla aserrada y techo de astilla. Esta casa, así erigida, fungió como una posada, recibiendo a todas las personas que llegaban para explorar la región, colonizar o adquirir terrenos ya preparados. Se convirtió en el único lugar al que acudían personas de diversos municipios de Nariño.

Con el transcurrir del tiempo, la región empezó a recibir la visita de ingenieros, mineros y extranjeros provenientes de Bogotá y Medellín, quienes buscaban y exploraban yacimientos de petróleo. Además, numerosos sacerdotes también incursionaron en esta zona, contribuyendo así a la diversificación de la presencia e influencia en Monopamba.

Don Manuel Ortiz Castro percibió la imperante necesidad de contar con una escuela en la región. Motivó a otros residentes y, junto al señor Agustín Gelpud, emprendieron un viaje a Sibundoy, Putumayo, para reunirse con el señor Obispo y solicitar la creación de una escuela. El Obispo prometió enviarles una profesora para el próximo año, cumpliendo su compromiso al enviar a Rosa Clelia Cabrera. Al año siguiente, tuvieron que desplazarse a Puerres para llevarla; trabajó con gran humildad y dedicación durante dos años en una amplia casona construida con techo de paja y paredes de palos rollizos. Esta edificación fungía tanto como escuela como capilla. Tras la partida de Rosa Clelia Cabrera, la señora Pastora Huertas, oriunda de Puerres y casada con el señor Julio González, también docente, fue designada como su sucesora. Ambos profesores desempeñaron su labor con éxito durante dos años.

Durante el primer año de labor de la señora Pastora y don Julio González como profesores, tuvieron la fortuna de recibir la visita de un sacerdote del corregimiento del Encano. Este valiente religioso respondía al nombre de Augusto Samaniego, y con un espíritu intrépido y decidido, acompañado por cuatro hombres fuertes y provistos de todo lo necesario para abrirse paso a través de la densa selva, se aventuraron en una travesía, abriendo trochas y, en ocasiones, trepando árboles para orientarse y avanzar. Después de doce días de esfuerzo y lucha, alcanzaron Monopamba, sorprendiendo a los habitantes, ya que fue el primer sacerdote en llegar a esta región. El sacerdote permaneció ocho días entre los pobladores, alentándolos a no desfallecer y recordándoles que con sufrimiento y dedicación se construye una patria grande. Les instó a perseverar, asegurándoles que en el futuro Monopamba se convertiría en un gran pueblo.

Posteriormente, regresó al pueblo en compañía de algunos colonos que lo llevaron de vuelta y exploraron la trocha. Llegaron al  Encano y luego se dirigieron a conocer la ciudad de Pasto, así como a conocer los automóviles. En sucesivas ocasiones, ampliaron la trocha, y más adelante, utilizando la misma ruta, llegaron al caserío de los Alisales, que era la vía más cercana para llegar a Pasto.

Gracias a la influencia de los mencionados profesores, el señor Obispo del Putumayo, Fray Plácido, visitó Monopamba en el año 1938. Este obispo capuchino de Sibundoy estuvo acompañado por dos sacerdotes y pasó dos semanas en la comunidad. Durante su estancia, llevaron a cabo una semana de misión con gran éxito. Posteriormente, la comitiva regresó a Sibundoy.

Tiempo después, tras varios años, se percataron de la existencia de un caserío llamado Llorente, perteneciente al Municipio de Córdoba, que ya contaba con un inspector de policía. Decidieron visitar Llorente y se encontraron con un señor llamado Rafael Bravo, quien les confirmó que llevaba dos meses desempeñándose como inspector de policía en la zona. Sorprendentemente, nadie se había acercado a saludarlo o preguntarle sobre su labor. Al dialogar con don Manuel Ortiz, Rafael Bravo fue persuadido para trasladarse a Monopamba y organizar la inspección de policía en la región.

Rafael Bravo, acompañado de su esposa y su hijo pequeño, inmediatamente hicieron las maletas y se dirigieron a Monopamba, estableciéndose en la casa de don Manuel Ortiz, donde la inspección de policía operó durante varios meses. Posteriormente, por iniciativa de Eliseo Pinchao y ante la insistencia de don Manuel, se construyeron unas pequeñas edificaciones adyacentes a la casa de Eliseo Pinchao, independientes pero destinadas a albergar la inspección de policía durante varios años.

Rafael Bravo envió cartas oficiales a la Gobernación informando sobre este suceso, mientras que los habitantes de Monopamba redactaron un memorial firmado por todos. Gustavo Ortiz Figueroa viajó personalmente a Pasto, logrando que la gobernación nombrara oficialmente a Rafael Bravo como inspector de policía departamental de Monopamba. De esta manera, se creó la inspección de policía en la región.

En la casa de don Eliseo Pinchao, funcionó varios años, hasta que más tarde lograron construir la casa ya más formal e independiente para el funcionamiento del despacho de la inspección de policía, se construyeron, paredes y piso de tablas y el techo de astilla, precisamente en el mismo lugar en donde se encuentra actualmente.

Posteriormente, se produjo un cambio en la persona a cargo, sustituyendo al señor Bravo, y designando al señor Segundo Revelo de Córdoba como inspector de policía. En esta nueva gestión, el señor Eusebio Mejía, también originario de Córdoba, fue nombrado secretario. Con la presencia de estos dos señores y el entusiasmo que los caracterizaba, se lograron llevar a cabo numerosas iniciativas en beneficio de la región.

Se erigió un puente colgante sobre el río Sucio, ubicado a un kilómetro más arriba del actual. Este puente, construido exclusivamente con cables, estaba destinado a facilitar el paso de peatones. Más adelante, surgió la propuesta de construir la escuela de manera más formal. La explanación del terreno donde se llevaría a cabo la construcción ocupó un mes, y después de varios meses de arduo trabajo, finalmente se completó. La estructura de la escuela se realizó con pisos y paredes de tabla, y el techo se construyó con astillas. La inauguración de la nueva escuela contó con la presencia de la señora Ana María Paz de Sibundoy, Putumayo. Cabe destacar que esta escuela se edificó en el mismo lugar que ocupa actualmente el colegio. En ese tiempo, ya había llegado un considerable número de personas a residir en Monopamba, colonos que construían sus hogares al considerar que Monopamba era una tierra hermosa para vivir

Gustavo Ortiz Figueroa se erigió como líder cívico, dedicando sus esfuerzos incansables en beneficio de la comunidad. Un día, convocó a todos los residentes con el propósito de inaugurar la primera calle, que se encontraba obstruida por troncos, enormes muros de piedra y horribles huecos. En tan solo tres días de arduo trabajo, lograron despejar y limpiar la calle.

Dos ciudadanos estadounidenses llegaron a Monopamba, uno de ellos apellidado Walter, acompañados por seis cargueros que transportaban una variedad de víveres y herramientas. Establecieron un campamento en la casa de don Manuel Ortiz, permaneciendo allí durante doce días, a la espera de una mejora en las condiciones climáticas. La meta de estos extranjeros era llegar a Orito y explorar la posibilidad de obtener petróleo. Sin embargo, al no poder avanzar más debido a las inclemencias del tiempo, decidieron partir hacia Puerres.

Los residentes de Monopamba recibieron la visita de un sacerdote capuchino llamado Fray Miguel de Ipiales. Con el entusiasmo de este religioso, se erigió la primera capilla en el mismo lugar que ocupa actualmente. La construcción contó con un suelo de tierra, paredes de tabla y un techo de astillas. Don Manuel Ortiz contribuyó regalando una de las campanas. Fray Miguel motivó a la comunidad para que colaboraran tanto en la construcción como en la adquisición de ornamentos para celebrar la misa, con la intención de tenerlos en propiedad y no tener que llevarlos cada vez que se dirigían a Monopamba. 

Manuel Ortiz Castro fue elegido inspector de policía por voluntad unánime de los habitantes. Se elaboró un memorial en su apoyo y se envió a Pasto, y la gobernación lo nombró inmediatamente en el cargo.

En ese momento, el Dr. José Elías del Hierro, destacado político nariñense, ocupaba el cargo de ministro de Minas y Petróleos, y designó al Sr. Gonzalo Pérez Castro como secretario general, quien a su vez era primo del Sr. Manuel Ortiz Castro. Cuando los habitantes de Monopamba se enteraron de esta noticia, redactaron un oficio firmado por el inspector de policía. En dicho documento, solicitaban amablemente apoyo para la construcción de un puente robusto sobre el río Sucio, una necesidad imperante para la región.

La respuesta no se hizo esperar, ya que en menos de dos meses, el Dr. Gonzalo Pérez aceptó con gusto la petición. Además, realizó una donación de ochocientos mil pesos ($800.000) para la construcción del puente. Asimismo, él mismo se encargó de contratar al ingeniero responsable de llevar a cabo este proyecto, siendo el ingeniero Carlos Souza, de nacionalidad norteamericana.

El Dr. Gonzalo Pérez Castro, por su parte, instruyó al alcalde de Puerres para que se adjudicaran y entregaran los cables que el municipio tenía en el río Tescual. Este material era remanente del puente anterior conocido como doña Ignacia.

La noticia de esta orden llenó de alegría a los habitantes de Monopamba. Don Manuel Ortiz Castro y su hijo, Gustavo Ortiz Figueroa, se dirigieron a la alcaldía de Puerres para recibir los cables. Sin embargo, surgió un desafío logístico: transportar los cables hasta el lugar donde se construiría el nuevo puente. Ante este dilema, se dirigieron a la hacienda de un amigo de don Manuel llamado Rafael Rodríguez, quien amablemente les proporcionó una yunta de bueyes. A estos animales se les colocó uno de los cables, y así se adentraron en la montaña. Caminaron durante todo el día, sin comer por falta de recursos. Dejaron uno de los cables bien adentrado en la montaña y regresaron al día siguiente por el otro cable hasta Puerres. Después de un gran esfuerzo, finalmente lograron llevar el segundo cable hasta la ubicación deseada.

Al día siguiente, ingresaron a Monopamba y avivaron el entusiasmo entre la población. Gustavo Ortiz Figueroa, en su rol de líder cívico, recorrió de casa en casa notificando a la gente sobre la necesidad de salir a traer los cables. Explicó la importancia crucial de construir un puente robusto sobre el río Sucio, fundamental para el transporte de carga y animales.

Aunque a muchos no les interesaba inicialmente, gracias a la labor concertada, la mayoría de la gente se sumó en la jornada designada y se congregaron en el lugar donde se encontraban los cables. Se asignaron 20 hombres a cada cable, cargándolos sobre sus hombros. Ascendieron lentamente hasta llegar a la cima del cerro y, posteriormente, descendieron por la otra vertiente. Nadie descansó ni comió hasta que los cables estuvieron en el lugar correspondiente.

A la semana siguiente, tuvieron que salir a traer al ingeniero que llego a Puerres con los materiales para la construcción del puente. Eran cuarenta bultos de cemento y doce bultos de hierro, una vez más el líder cívico tuvo que ir a notificar a todos los habitantes para salir a Puerres a traer al señor ingeniero y sus materiales.

Detrás de la casa del señor Manuel Benavides en la Playa, se erigió una fragua donde se llevó a cabo el trabajo, que perduró por más de ocho meses, para la construcción del puente. Al término de este período, la obra quedó finalizada. El señor alcalde de Puerres en ese entonces, Octavio Chaves, fue comisionado para recibir la obra y se trasladó para su inauguración. Durante la celebración de este importante proyecto para la región, se llevó a cabo un baile festivo.

El puente, construido en el año 1953, fue nombrado en honor al señor Gonzalo Pérez Castro, por lo que el señor inspector Manuel Ortiz Castro elaboró un decreto oficializando el nombre de «Pérez Castro» para el puente, comunicando esta decisión al propio Gonzalo Pérez Castro.

Don José María Pinchao designó ubicaciones específicas para la construcción del cementerio, la capilla y la plaza. En la parte alta, donó una hectárea para el cementerio, y los habitantes de Monopamba colaboraron en el desmonte, dejándolo listo para su uso. Anteriormente, los difuntos se enterraban en lo que hoy se conoce como la Playa, cerca del río Afiladores, en un terreno lleno de piedras. Posteriormente, convocaron a los colonos de Monopamba, y el señor Gustavo Ortiz Figueroa trazó el camino que conducía al cementerio.

El señor inspector, como autoridad regional, ordenó la construcción de una casa en la plaza frente a la capilla, la cual funcionó como mercado y prestó diversos servicios a la comunidad.

Tomada de Bibliografía que reposa en la biblioteca de la Institución Educativa de Monopamba.

Agradecimientos

A la Señorita Estudiante del  I.E.M Yaneth Patricia Delgado Delgado, quien con su dedicación y decoro logro transcribir el anterior documental.

Bibliografía

https://monopamba.blogspot.com/p/nuestra-historia.html

 
Atardecer en la vía Monopamba - Puerres