
Muchas veces, al recorrer la sencillez de los pueblos colombianos, se siente la calidez de sus techos dormidos y envejecidos por el paso de los años, desde cuyo ángulo avizor contemplan indiferentes los dolores y alegrías de las gentes que los habitan. Puerres, fundado en 1825 por el presbítero caleño Joaquín González de Posada, es uno de esos idílicos sitios y el lugar donde nació Eliseo Calvachi Huertas, el 8 de diciembre de 1919.
Sus padres fueron Eliseo Calvachi Guevara y Rosario Huertas Posso. Su formación musical empírica lo llevó a abrazar una vida artística que sin duda fue del agrado de los habitantes de la exprovincia de Obando durante más de tres cuartos de siglo. Recordaba con humor, pocos meses antes de su fallecimiento, los momentos que rodearon su vida entre retretas con la Banda 20 de Septiembre o los bailes con los grupos Jazz Bolívar, Jazz Calvachi y la Orquesta Alma Puerreña. En 1930, cuando contaba apenas con 11 años de edad, ingresó a dicha banda; sin duda estimulado por su tío Isaac Calvachi, quien por entonces dirigía la agrupación.
Eliseo recibió formación por medio de cursos cortos de distintos músicos que visitaron la región o vivieron en ella por algún tiempo. Tomó clases de solfeo y armonía con Rito Mantilla en el periodo en el que este fue director de La Banda Departamental de Nariño (1952–1957); posteriormente tomó clases con Roberto Lambraño, otro director de la misma banda en el periodo comprendido entre 1977 y 1983. También fueron sus profesores: Filipa Pierrere, el caucano y profesor de trompeta y composición Omar Rengifo y Ángel Andrade, director de la Banda de Tulcán en 1963 y compositor del Himno al Señor de los Milagros y la marcha fúnebre en honor a John F. Kennedy, obras encargadas por el Padre Diógenes Díaz Rincón. Además asistió a diferentes cursos organizados por el Área Cultural del Banco de la República de Pasto, capacitación esporádica y gratuita ofrecida por esta institución desde su creación.
El sacerdote Segundo Rudercindo Calvachi Huertas (1904-1999), hermano de Eliseo y párroco de Puerres, le obsequió 16 instrumentos con los cuales formó una banda independiente de la administración municipal. Tocaban en todo tipo de eventos cobrando una remuneración por ello. “…Todo marchaba bien -comenta el compositor hasta cuando los músicos quisieron ganar más que yo, por lo que me vi obligado a deshacer el grupo y recoger el instrumental”.
A lo largo de sus muchos años de vida ocupó diferentes cargos con la administración municipal. Fue agente de policía (1948), oficio en el que ganaba 40 pesos chiquitos; el alcalde Manuel Bolaños le encomendó la tarea de tocar la trompeta todos los sábados para que las personas salieran a barrer los andenes y las calles, llamado al que atendían los vecinos de manera solidaria. Ocupó también el cargo de juez de mercado, en cuyo empleo se encargaba del recaudo del impuesto que los comerciantes debían pagar por vender sus productos. Fue promotor de acción comunal, inspector de policía por espacio de tres años en la vereda San Mateo (1958), celador en el puesto de salud y jefe de rentas, cuya función básica consistía en perseguir a los contrabandistas de licor y a los fabricantes de chapil. Todos estos cargos que Eliseo desempeñó en dicha administración fueron sólo un pretexto para mantenerlo en la dirección de la banda porque el cargo de director no existía en la nómina por aquel entonces.
Debido a la cercanía con Ecuador, Eliseo mantenía permanente contacto con el vecino país para diversos fines: su formación musical, la grabación y las actuaciones con sus diferentes grupos en retretas y fiestas patronales. En 1983, por ejemplo, grabó un disco de larga duración (L.P.) con La Banda 20 de Septiembre con variado repertorio. Otra importante consecuencia de la cercanía con Ecuador es la marcada influencia musical manifiesta en la melancolía de sus sencillas creaciones, cuarenta y tres en total. Cultivó diferentes ritmos, especialmente el vals. A diferencia de la mayoría de sus coterráneos, cuyo formato de composición fue el pianístico, Eliseo sólo escribió las melodías sin ningún tipo de acompañamiento. En el resto del país no es raro encontrar este mismo fenómeno. El inventario general de la música andina colombiana es una colección de melodías que dejan al intérprete en la libertad de elegir formas de armonización e instrumentación.
Eliseo Calvachi recuerda con cariño a su amigo, el compositor tambeño Noé Rosero (1898-1996), compositor de Adiós al Tambo. Al respecto comenta cómo con un grupo de amigos juntaron dinero para auxiliarlo en su senectud y ceguera en los años próximos a su deceso. También sostuvo amistad con Teófilo Monedero y su hijo Tomás Burbano, con los cuales hizo parte de algunas agrupaciones alrededor de 1940. También fue amigo de Ignacio Burbano (1910-2009) quien llegó hasta la edad de 99 años en pleno uso de sus facultades mentales.
En esta primera mitad del siglo XX, los aparatos reproductores de sonido como la vitrola y el fonógrafo, desde su arribo al territorio nariñense fueron apoderándose de la cotidianidad de sus gentes y, como consecuencia, desplazaron al compositor y al intérprete. Los campos de Nariño no se marginaron de este proceso de difusión de la música grabada y en Puerres también se vieron los efectos de esta precaria tecnología que haría su arribo para no marcharse jamás. Eliseo Calvachi, con un aire de desdén, comentó la llegada de la primera vitrola a Puerres, traída por un señor de apellido Benavides, a la que le siguieron muchas más. Los músicos de aquel entonces le llamaban, sarcásticamente, “música molida” a las reproducciones sonoras de este aparato, mientras que daban el nombre de “música de viento” al sonido acústico de sus instrumentos.
En 1945 contrajo matrimonio con la señora Rosa Isabel López, tres años después de haber terminado de prestar el servicio militar. Tuvieron once hijos, de los cuales sobreviven nueve. José Ignacio y Libardo sacaron la vena de la música que se ha manifestado por medio de la práctica instrumental, la composición, los arreglos, la dirección y la docencia. También se destacan sus nietos Iván, Johnny y Ferney Lucero y Edgar Calvachi. Eliseo murió en su pueblo natal el 19 de octubre de 2006 a las 12:45 de la tarde, dejando para sus familiares y coterráneos un legado musical importante.
Sus obras son: Sonia Janeth (1965, vals); A tus plantas señora (1965, himno); Sin nombre (1965, fox-trot); Yolanda (1965, vals); Amistad (1965, marcha); Sentir (1965, bolero); Sonrisas (1965, vals); Olor de rosas (1965, vals); Mi despedida (1965, vals); Alma sureñita (1965, marcha); Cuando yo te vi (1965, fox-trot); Rosa Isabel (1965, marcha); Alicia (vals); Inquietudes (pasillo); El aborrecido (porro); La puerreña (cumbia); Amor de Rosita (bolero); Un adiós (pasillo); Abadías (Maestro Joel) (vals); Amistad y recuerdo (bolero); Recuérdame (bolero); Yo te amaré (pasacalle); A tus plantas señora (himno); No me dejes de engañar (bolero); Ecos del sur (marcha); A Puerres (marcha); Mi último adiós (1972, pasillo); Sin nombre (1972, sanjuanito-villancico); Sin nombre (1972, bambuco-villancico); Himno al Niño Dios (1972, villancico); Mañanitas (1972, vals); Sin nombre (1972, fox-trot); Puerreñita (1972, marcha); Violetas (1972, vals); Mi dulce hogar (1972, pasillo); Como he de amarte (1972, bolero); Amor puerreñito (1972, bolero); Sin dormir esta noche (1972, bolero); Jardinerita (marcha); Olvidando (vals); Ecos del Tescual (marcha) y Tragedia del Rio Tescual (pasillo).
Fuente:
Bastidas España, José (2014). Compositores Nariñenses de la zona andina, incidencias y declive de la música tradicional, 1918-1950 pp(107-110). Universidad de Nariño.
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