En cierta ocasión en el pueblo, la leyenda cuenta que las noches estaban llenas de misteriosos ruidos que inquietaban a la población. Decidieron tomar medidas y, con la esperanza de ahuyentar el espíritu que perturbaba el lugar, optaron por rociar agua bendita. Una noche, proveniente de un billar, se escuchó un ruido escalofriante acompañado de aullidos y un desagradable olor que generaba repulsión.
A pesar de la naturaleza aterradora del sonido y del hedor, un joven valiente se dispuso a investigar la causa de tan extraño suceso. Al llegar al lugar, se encontró con la sorpresa de que el perturbador sonido provenía de un toro que yacía en el suelo. Todos los presentes, ajenos al hecho por estar dormidos, despertaron ante esta revelación.
Sin dudarlo, al rodar el toro —que resultó ser el espíritu malévolo—, cayó sobre el agua bendita que reposaba en un recipiente, desapareciendo instantáneamente. Desde ese momento, los habitantes del pueblo dejaron de experimentar miedo, pues la intervención valiente y astuta del joven logró liberarlos de la perturbación espectral.
Contado por: Isabel Lucero.