En la carrera tercera de Puerres el nombre de Antonio Pueyo de Val resuena como un tributo a un hombre cuya vida abrazó dos mundos. Desde sus raíces en Monzón (España) hasta su influencia como obispo en Colombia. Pueyo de Val se recuerda en esta calle, recordándonos su dedicación a la fe, la arquitectura y la labor social.

Antonio Pueyo de Val nació el 31 de marzo de 1864 en Monzón (Huesca). Su padre se llamaba Antonio Pueyo Pueyo y era comerciante. Su madre se llamaba Irene Val Calvo y era maestra de niñas. Su domicilio estaba en una casa de la calle Mayor de Monzón.
Del 27 de diciembre de 1871 al 17 de enero de 1872 se desarrolló en Monzón una misión por los claretianos procedentes de la cercana y recientemente creada comunidad de Barbastro. Suponemos que debió calar hondo en Antonio Pueyo, añadiendo que era un niño atento y servicial con todos, y sumando todo esto decidieron que ingresara en la comunidad claretiana de Barbastro a principios de enero de 1877.
Continuará su formación en los centros claretianos de Vic, Alagón y Santo Domingo de la Calzada. En 1886 será ordenado sacerdote y al año siguiente es destinado a la comunidad de Córdoba. En 1894 ocupará el cargo de superior de Córdoba. Tres años más tarde tomará posesión de la iglesia de San Pablo de Córdoba, iniciándose su restauración inmediatamente. Le llevará varios años finalizarla, siendo reconocida su labor artística y arquitectónica en dicho inmueble. Realizará numerosas acciones sociales y fundacionales en Córdoba, Extremadura y Andalucía.
A finales de 1912 llega a Bogotá (Colombia). Se hará cargo de terminar las obras del templo del Sagrado Corazón o Voto Nacional. Asimismo actuará como procurador y superior de las misiones del Chocó. Coorganizará el primer Congreso Eucarístico Nacional. Realizará numerosas fundaciones de colegios, santuarios y otras obras sociales. Seguidamente le comunicarán su nombramiento como obispo de la diócesis de Pasto, al sur de Colombia, en enero de 1918. Seguirá su labor pastoral y promocional, a pesar de sus dificultades por la altura y en sus piernas.
Abrirá al culto la nueva catedral de Pasto en su diócesis colombiana. Publicará varias pastorales y seguirá fundando diversas obras sociales en todo el país. Participará en los actos de la paz con Ecuador por problemas fronterizos. A finales de 1923 acudirá y apoyará a las víctimas del terremoto en el sur del país. En 1925 visita Roma y también Londres y París. Inaugurará las obras de la basílica del Corazón de María en Roma. A finales de julio visitará a su familia en Monzón. Regresará a Colombia y asistirá al Congreso Eucarístico Internacional de Chicago.
En 1926 visitará Roma, Londres y París. Regresará a su diócesis de Pasto y finalizará los trabajos en el santuario de Ntra. Sra. de las Lajas, en la frontera con Ecuador. En 1929 regresará nuevamente a España para acudir a la Exposición Iberoamericana y al Congreso Mariano Hispano Americano celebrados en Sevilla y a la inauguración de la Exposición Internacional de Barcelona. Visitará varias ciudades italianas y regresará a Colombia en agosto. El 25 de septiembre cae enfermo, agravándose su situación días más tarde. El 9 de octubre fallecerá en Pasto y será enterrado en la catedral.
Antonio Maria Pueyo de Val. (s.f.). Obtenido de https://antoniopueyodevalcmf.weebly.com/el-personaje.html

Monseñor Pueyo y un pedestal
El pasado mes de octubre se cumplieron los cuarenta años de la muerte del Excelentísimo Obispo de Pasto, Monseñor ANTONIO MARIA PUEYO DE VAL, ocurrida en esta ciudad el 9 de octubre de 1.929. Monseñor Pueyo nació en Monzón (España) el 31 de marzo de 1.864. Ordenado sacerdote en 1.886. Preconizado obispo el 26 de noviembre de 1.917. Consagrado en Bogotá el 6 de enero de 1.918. Tomó posesión de la diócesis el 24 de febrero de 1.918. Tomo posesión de la diócesis el 24 de febrero de 1.918.
No es mi intención al escribir estos «puntos» relevar la inmensa, la imponderable labor pastoral que llevó a cabo a lo largo de los once años que le tocó orientar los destinos espirituales de la diócesis de Pasto ni detallar la actividad progresista del ilustre mitrado en favor del avance material de esta ciudad de Pasto. Pocas figuras tan emprendedoras como la de Monseñor Pueyo y fue así como su nombre quedó vinculado a un sinnúmero de obras que ornato son hoy de nuestra capital.
Monseñor Justino Mejía y Mejía en su admirable libro «Pasto, Pastores y Pastorales», se expresa así de Monseñor Pueyo de Val para cederle luego la palabra a Monseñor Rosero y Castañeda:
«Fueron tantas y tales las obras que acometió (Pueyo de Val) en poco tiempo que al cumplirse un año y meses de su episcopado, el Ilustrísimo señor doctor don Juan Bautista Rosero y C. las contó en el «Boletín Diocesano»: Quién ignora cómo ha favorecido la obra de los templos en construcción, particularmente la del templo del Sagrado Corazón de Jesús (hoy Catedral de Pasto) y de nuestra Señora de las Mercedes? ¿Quién no sabe que el donativo más valioso para el Colegio de San Francisco Javier en construcción, fue el templo y local de Santo Domingo, que el ilustrísimo señor Obispo cedió a los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús? Ha favorecido el Prelado los demás establecimientos de educación, en especial las Normales, y las escuelas de los Reverendos Hermanos Maristas. ¿Quién no recuerda que una de las primeras obras del Ilustrísimo Señor Pueyo fue dar alojamiento y procurar medios de subsistencia a los ancianos desvalidos? El Ilustrísimo señor Pueyo ha tenido tiempo y vigor y entusiasmo para impulsar otras obras en beneficio de su Diócesis, como la Sociedad de Mejoras Públicas, de que tantos bienes puede reportar la capital de Nariño, y la apertura de nuevas y utilísimas vías de comunicación en el Departamento».
Y Monseñor Mejía y Mejía de su cosecha, dice:
«Aquí en Pasto hemos visto cómo a su empuje constructor surgieron de la nada una porción de casas en el barrio de la Panadería, los conventos de la Visitación, en San Andrés; de las Madres Franciscanas, en Maridíaz, y de los Hermanos de San Juan de Dios, en San Rafael; el Pasaje del Corazón de Jesús, etc. Es que la obra del señor Pueyo es poliédrica, desde las carreras que parten asustadas del corazón de las montañas hasta los bulliciosos caminitos fragantes que arrancan retozando del infinito corazón del diminuto sagrario campesino. Desde la «Gota de Leche» para los niños, hasta los océanos de amor mariano y eucarístico para su pueblo. Desde las estatuas que coronan las colinas como dilatados suspiros de nieve…».
Esto de las estatuas que coronan las colinas como dilatados suspiros de nieve, es el tema para estos «puntos», o mejor, me da pie para publicar en «Cultura Nariñense» una página que hace años viera la luz en el diario «El Derecho» y en la que se cuenta la historia de cómo Monseñor Antonio María Pueyo de Val se las ingenió para levantar el monumento mariano que se yergue en la suave colina de Chapal. Así escribí ayer:
«Para las cinco de la tarde de hoy se anuncia una imponente concentración de católicos de Pasto en la hermosa colina de Chapal, para rendir un fervoroso homenaje de amor y veneración a la Reina de los Cielos, cuya imagen airosamente se empina en la cima del montoncillo».
Esta manifestación gustosamente me hace recordar lo que hace algún tiempo escribiera quejándome del doloroso abandono en que yacía el bello sitio donde se levanta la estatua de la Madre de Dios. Pedía en la crónica de marras, que los católicos de Pasto volvieran sus miradas a aquel lugar, pues no se compadecía que estuviera convertido en el más repugnante de los estercoleros.
Hace cuatro días visité nuevamente la colina de Chapal, pero qué distinta fue la impresión que recibí esta vez en la que me embargó días atrás. Hoy, gracias a la actividad y el amor a María del actual director de Obras Públicas Municipales, doctor Julio Garzón Thomas (este distinguido ingeniero falleció en Pasto el 1º. De octubre de 1.968. Que la Virgen lo tenga a su lado), lo que ayer fuera no más que una parcela propicia para que revolcara su podredumbre el misero Job, se ha convertido en un bello jardín, en uno de los lugares más preciosos y atractivos con que cuenta nuestra ciudad. Las obras de arte que allí se han levantado adornan la colina y honran de verdad a nuestra Divina Madre.
En la desmedrada croniquilla a que me estoy refiriendo, escribi, en respuesta a una carta que me dirigiera un corresponsal que firmaba «Católico Ecuatoriano», lo siguiente: «Sólo aplausos merece su solicitud y que sea este el momento oportuno para recordar algunos de los versos que recitó su compatriota, el doctor Clemente Ponce, Canciller del Ecuador y Presidente de la Comisión Demarcadora de Límites entre mi patria y la suya, amigo corresponsal, cuando la inauguración de la estatua de la Virgen en la Colina de Chapal por allá en el año de 1.918, versos que los guarda la excelente memoria de buen pastuso:
«Cuando los pueblos se matan en la guerra y la muerte no rinde su guadaña, te levantan sobre la Andina sierra, oh, ¡Reina de la América y de España!”
La Estatua de la Virgen que se yergue en el montículo de Chapal y que es de Nuestra Señora de Lourdes, fue importada de Europa junto con la estatua del Sagrado Corazón de Jesús que se levanta en el templete de El Calvario, por el R. P. Joanenn, S.J., por allá en el año de 1.909. Por mucho tiempo la imagen de la Virgen permaneció por ahí sin asignarle sitio alguno, hasta que llegó el día en que los pueblos de Colombia y del Ecuador, celebraron complacidos su tratado de límites. Uno de los actos con los cuales se festejaba la hermandad de estas dos naciones, fue el de erigirle un monumento a la Santísima Virgen, y el lugar escogido fue precisamente la colina de Chapal, y la imagen, la que el ilustre Jesuita pidiera a Europa y que andaba por ahí un tanto olvidada.
Con ocasión de la inauguración del monumento a María, se desarrolló un lujosísimo programa en el que tomaron parte las más bellas y linajudas muchachas de nuestra ciudad de Pasto. Posiblemente algunas de ellas pasen sus ya cansadas pupilas por estas páginas y recordarán, gratamente rememorarán, esos ya lejanos días.
A mediados del año 18 estaban llegando a su término las obras de construcción del pórtico del actual Palacio de Gobierno del Departamento. En el año de 1.909, Don Julián Bucheli, siendo gobernador de Nariño, trajo de Bogotá al afamado maestro cantero, don Ramón Molina, verdadero artista en la materia, a quien le encomendó la ejecución del pedestal sobre el que descansó por mucho tiempo la estatua del Precursor Antonio Nariño, pedestal que desapareció a pesar de ser una verdadera obra de arte. El maestro Molina trabajó la base de piedra de la verja del que fuera Parque de Nariño. A cargo de Molina estuvieron también las obras del labrado de las columnas y capiteles del pórtico del edificio gubernamental, que como todos lo saben, es del más puro estilo corintio clásico.
Por el año 18 era gobernador de Nariño Don Hermogenes Zarama y ejercía el cargo de director de Obras Públicas Departamentales, ese insigne y meritorio ciudadano, que para honra de su ciudad vive aún, Don Enrique Eraso Navarrete, bajo cuya competente dirección se adelantaban los trabajos del Palacio de Gobierno.
El lugar donde se erigiría el monumento mariano estaba escogido; la imagen hacía muchos años que esperaba se le honrara como merecía. El día de la inauguración de la obra se acercaba, ¡pero… el pedestal donde descansaría la bondadosa imagen de Nuestra Señora de Lourdes, no aparecía por parte alguna!
Pero por algo era Obispo de Pasto esa cumbre de actividad, de autoridad, de ciencia y santidad Excelentísimo o Señoría Ilustrísima, como se decía por la época, Monseñor ANTONIO MARIA PUEYO DE VAL, de tan grata memoria. Sin desconcertarse el celoso Pastor, ordenó que al amparo de las sombras de la noche fueran varios peones hasta el Palacio de Gobierno y se «robaran» una de las hermosas y artísticas columnas corintias salidas del cincel genial del maestro Molina destinadas para el pórtico de la Casa de Gobierno. Ahí estaba el pedestal para la estatua de Nuestra Señora de Lourdes que en breve se empinaría en el bello montículo de Chapal, el mismo que han visto, ven y verán varias generaciones de pastusos.
El asombro de los maestros de obra del Palacio de Gobierno al no dar por parte alguna con la columna corintia no es para describirse, Don Enrique Eraso Navarrete, Director de Obras Públicas Departamentales, gran amigo y colaborador del dinámico obispo de Pasto, llegó a enterarse horas más tarde, sobre el camino que la columna corintia había tomado… y no hizo sino sonreír, él sabía que no se podía disgustar al ilustre Prelado, su grande y respetado amigo, al insigne y activo Antonio María Pueyo de Val, el único Ministro de Obras Públicas que ha tenido Nariño!
Rivera, N. B. (1983). Puntos de Kar A. Melo, Estampas de Pasto Antiguo. Pasto: Biblioteca Popular Nariñense.